Zen con hormigón

Zen con hormigón

abril 20, 2025 Uncategorized 0

Por Polly Reyes


A unos metros de Meiji Jingu y el palacio imperial de Akasaka, nos encontramos con la embajada canadiense, un edificio construido en 1991, para representar la amistad entre ambas naciones. En contraste con el Meiji Jingu y las propuestas arquitectónicas del sintoísmo, aquí nos encontramos con un jardín Zen contemporáneo, diseñado por el famoso Shunmyo Masuno (1953-), de los pocos sacerdotes budistas zen que aún practican el diseño de jardín según la tradición ishi-tate-so (literal “piedra-poner-monje”, sacerdote colocadores de piedra).

Masuno también es arquitecto paisajista, sacerdote principal del templo Sōtō Kenkō-ji, en Yokohama, y profesor de la Universidad de Arte Tama. Su estilo es conocido por incorporar un diseño moderno al estilo zen tradicional, creando jardínes en espacios diversos (urbanos a rurales, públicos o privados, templos a hoteles, etc). En este sentido, la modernización del diseño de jardín zen también se acompaña de los espacios modernos donde los emplaza, estableciendo una continuidad entre la arquitectura moderna y los elementos del jardín zen. Esta continuidad es parte de la visión del sacerdote, quien cree que el jardín debiese reflejar el entorno en el cual es creado, y si antes las estructuras consistían en madera, tatami y papel, hoy es hormigón y cristal.

Y es justamente con este hormigón y cristal que nos encontramos en el cuarto piso de la novedosa embajada canadiense, en un pequeño jardín zen que recorre el mirador del edificio en sus tres aristas. Jugando con las perspectivas del espacio, el jardín nos enfrenta con diferentes piedras, en diferentes estilos y tamaños, que

recorren el lugar a la manera de un cordón montañoso, que podría recordarme a la cordillera de los Andes si no fuese con el fin de simbolizar el antiguo lecho rocoso del Escudo canadiense. Utilizando piedras de la región de Hiroshima, el sacerdote simboliza la escabrosidad del terreno canadiense, por medio también de diversos cortes en la piedra que deja deliberadamente a la vista del espectador.

Agujeros y cortes que dan cuenta de la manipulación del material, algo que no sería jamás concebido para un diseñador de jardín tradicional, donde la piedra es quien dictamina su espacio en el diseño de un jardín. 

Esta misma manipulación de la piedra y el espacio óptico, entrega una visión fuerte del diseño detrás del jardín, algo que tradicionalmente no vemos en los jardines Zen, donde la mano humana, por más presente que haya estado en el diseño, es invisibilizada totalmente por la apariencia casi natural de algunos jardines, o donde el ejercicio de diseño, por ejemplo de los karesansui, da cuenta de un ejercicio meditativo. En esta línea, pareciera muy evidente la disposición voluntaria y meditada de los elementos, algo muy característico quizás de un jardín occidental, donde la vista se privilegia por sobre el exceso de la naturaleza. Otro elemento más que nos podría hacer pensar en un trato amistoso entre ambas naciones.

Siguiendo por la intrincada panorámica, en la esquina más alejada del jardín, nos encontramos con un inukshuk, una estructura de piedra utilizada por los inuit del Norte de Canadá para comunicarse con los demás. La palabra «inukshuk» procede de la lengua inuktitut y significa «a semejanza de un humano». Siguiendo el paisaje, tenemos tres grandes bloques piramidales que agregan profundidad a la vista, “engañando” al espectador de la profundidad del espacio; y agregando una sensación por un lado de naturalidad asociada a un cordón montañoso, pero por otro artificial en tanto la piedra ha sido geométricamente cortada.

Girando la esquina, nos acercamos a un espacio zen un poco más tradicional que representa el terreno japonés, donde encontramos un karesansui propiamente tal, con mucho menos presencia de las grandes rocas anteriormente vistas. En este, hay un pequeño montículo representando el fuji y otros elementos austeros que representan la nación. En este espacio nos encontramos con un nuevo espectáculo visual donde baldosas geométricamente cortadas y diseñadas conectan con el cristal y hormigón del moderno edificio.

Finalmente, una vista panorámica desde el interior del edificio nos entrega otra manipulación sensorial a través del principio clásico del shakkei o «vista prestada», en la cual el paisaje de fondo del jardín es usado para componer el diseño. En el caso de este jardín, el principio toma una peculiaridad, y es que estando en altura, la superficie del jardín se mezcla por un lado con el paisaje urbano de las grandes estructuras de edificios y rascacielos, y por otro el follaje de los terrenos del palacio de Akasaka y los árboles de los jardines conmemorativos de Takahashi, justo frente a la embajada, que por lo demás cambia estacionalmente, generando  diversos colores según la temporada. Este paisaje prestado da la sensación por un lado de encontrarse en terreno montañoso mirando hacia el valle, y por otro cierta suspensión entre el cielo, la ciudad y la quietud del jardín Zen. Entre lo tradicional y lo moderno, lo natural y lo artificial, lo terrenal y lo elevado. Un lugar donde quizás estas dicotomías se disuelven para crear algo nuevo, o más bien demostrarnos que éstas no tienen porqué darse por hechas.

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